TICE y enseñanza aprendizaje
Entre el umbral de la normalidad: lo que permanece tras la COVID-19 y las clases en línea
Alejandra Sánchez Valencia *
UAM - Azcapotzalco
De acuerdo con la Real Academia Española, “normalidad” hace referencia a una condición de normal, lo que por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano; sin embargo, la experiencia pandémica de la COVID-19, el confinamiento y el uso de las TICs para llevar a cabo las clases en línea, dieron un giro a lo que conocíamos como habitual.
Ahora, cuando nos hallamos en el umbral del retorno a lo presencial en enseñanza-aprendizaje. ¿Qué es lo que permanece? Dar respuesta a esta pregunta es el objetivo de este artículo previo balance de la vivencia al enseñar inglés en CELEX UAM-Azcapotzalco en este tiempo.
According to the Real Academia Española, “normal” refers to a condition of conforming to a standard, something that due to its nature, shape or magnitude, adapts to certain expected norms determined quite ahead. But the COVID-19 Pandemic experience, the lockdown, as well as the use of TICs in order to have classes online, took a turn into what we used to consider “ordinary”.
Nowadays, when we are on the fringe of a return to face-to-face classes, what exactly remains? To answer this question is the goal to reach in this article after a balance of the experience to teach English at CELEX-UAM during this Pandemic.
Introducción
De acuerdo con la Real Academia Española, “normalidad” hace referencia a una “condición de normal”, y por ello debemos entender lo que, “por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano” (RAE, s.f: s.p); sin embargo, la experiencia pandémica de la COVID-19, el confinamiento y el uso de las TICs para llevar a cabo las clases en línea, dieron un giro a lo que conocíamos como habitual.
Ahora, cuando nos hallamos en el umbral del retorno a lo presencial en enseñanza-aprendizaje. ¿Qué es lo que permanece? Dar respuesta a esta pregunta previo balance de la vivencia al enseñar inglés en CELEX UAM-Azcapotzalco en este tiempo es el objetivo de este artículo.
Algunos datos importantes
En México, el 30 de marzo de 2020, debido a la Emergencia Sanitaria por Causa de Fuerza Mayor, entiéndase la COVID-19 (SARS-CoV2), y tras el Acuerdo de Salubridad General, la Secretaría de Salud ordenó la suspensión de las actividades no esenciales de los sectores público, privado y social en el artículo primero (SEGOB, 2020a: s.p.):
Se ordena la suspensión inmediata, del 30 de marzo al 30 de abril de 2020, de las actividades no esenciales, con la finalidad de mitigar la dispersión y transmisión del virus SARS-CoV2 en la comunidad, para disminuir la carga de enfermedad, sus complicaciones y la muerte por COVID-19 en la población residente en el territorio nacional.
En otro orden, el 17 de abril de ese mismo año, en la sesión 474 con carácter de urgente, en la Universidad Autónoma Metropolitana, el Colegio Académico aprobó el Proyecto Emergente de Enseñanza Remota conocido como PEER para el trimestre 20-Invierno (es decir de mayo a junio), (Boletines UAM, 2020a: s.p.), para que mediante las TICs (Tecnologías de la Información y Comunicación), las actividades de enseñanza-aprendizaje entre docentes y alumnos pudieran proseguir.
Y en medio de la incertidumbre y lo “anormal”, mientras cada uno se preparaba como podía para enfrentar una situación que era global, y hacía alianzas entre colegas, familiares y amigos se gestó un imaginario con himnos de batalla que empezaron a circular en las redes.
Los himnos de batalla y el imaginario
El Dúo Dinámico conformado por Manuel de la Calva, y Ramón Arcusa, oriundos de Barcelona, interpretaron por vez primera la canción “Resistiré” en 1988 (Wikipedia, 2022: s.p.); no imaginarían que dicho tema llegaría a ser un verdadero canto de ánimo, muchos años después, durante el confinamiento por la COVID; y tampoco habrían sospechado sobre la actitud espontánea de los españoles al aplaudir o cantarla a todo pulmón desde sus ventanas o balcones. Ambos cedieron los derechos y así nació “Resistiré 2020” interpretada por más de 50 cantantes y músicos en el proyecto Cadena 100 para recaudar fondos a beneficio de Cáritas. (Roces, 2020: s.p.) Además, fue una de las canciones más descargadas en Spotify.
Por otra parte, en México, fueron más de 30 cantantes que la interpretaron, también en vía remota, y los ingresos fueron donados a la Unidad Temporal COVID-19 en el Centro Citibanamex. (El Universal, 2020: s/p).
Si bien es cierto en el imaginario colectivo fue un fuerte llamado para no rendirse con estrofas como (El Mundo, 2020: s.p.):
Cuando sienta miedo del silencio
Cuando cueste mantenerse en pie
Cuando se rebelen los recuerdos
Y me ponga contra la pared
Resistiré, erguido frente a todo
Me volveré de hierro para endurecer la piel
O bien:
Cuando me amenace la locura
Cuando en mi moneda salga cruz
Cuando el diablo pase la factura
O si alguna vez me faltas tú
Dos de los versos más conmovedores, a mi gusto, tienen que ver con la metáfora de la flexibilidad: “Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte, soy como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie”. (El Mundo, 2020: s.p.). Solo quiero aclarar que resistir e incluso sobrevivir no son sinónimos de ser resiliente, pues se puede atravesar dicha circunstancia traumática, y al final, como decimos en México: “no buscar quien se la hizo sino quien se la pague”.
Otro de los himnos que nació también en España y pronto se hizo viral con 3.4 millones de visualizaciones en You Tube al 21 de abril de 2020 y muy pronto conocimos en México fue “Volveremos a brindar” de la madrileña Lucía Gil Santiago. (Wikipedia, 2021: s.p.). Una balada que recrea la atmósfera de aflicción colectiva donde explora y reconoce emociones como la tristeza y la soledad, pues “dan ganas de llorar”, pero también cualidades que se gestan como la unión, la solidaridad, la paciencia, la valentía, y el crear puentes. Aunque no utiliza la palabra, sino que se infiere por el puente entre la primavera y el verano –considerando que todo empezó en marzo y según cálculos se volvería a la normalidad en agosto–, el imaginario que plantea es que al terminar la cuarentena:
Volveremos a juntarnos, volveremos a brindar
Un café queda pendiente en nuestro bar
Romperemos ese metro de distancia entre tú y yo
Ya no habrá una pantalla entre tú y yo. (Gil, 2020: s.p.)
Solo que nadie imaginaría que la cuarentena ha sido un confinamiento en el que ya se ha hecho frente a tres olas y que romper el metro de distancia trae sus repercusiones aún, y que muchos, sobre todo en la academia y tras el aprendizaje de esta condición mundial extraordinaria, descubrieron que la pantalla también tiene sus bondades.
Es curioso que exista una sensación de “recuperar la vida anterior”, de hecho la pregunta con la que se cobija el encuentro CREATICE en el otoño de 2021, es “De lo virtual a lo presencial en enseñanza-aprendizaje: ¿Regreso a la normalidad?” Pero es que la vida es fluir, y lo vemos con un recién nacido en casa y cómo cambian las dinámicas y la panorámica entre carriola, cuna, biberones y pañales; y lo vemos también con los adultos mayores y los equipos médicos: tanque de oxígeno, glucómetro, silla de ruedas, aparatos para medir la presión arterial, y muchas veces pañales también.
Pero volvamos al 2020, más exactamente al 10 de julio en que nuestro Colegio Académico refrenda el Proyecto Emergente de Enseñanza Remota (PEER), (Boletines UAM, 2020b: s.p.), y en agosto de 2021, (SEGOB, 2021: s.p.), la Secretaría de Salud determina que “la actividad educativa no se sujeta a cierres de acuerdo con nivel de riesgo epidémico”, y dos días después la SEP anuncia la necesidad de reanudar actividades escolares pero aclarando que los organismos descentralizados de educación superior podrán emitir sus propias disposiciones.
Y es así como para el trimestre 21-O deja de estar en función el PEER para dar cabida el PROTEMM: Programa de Transición de Enseñanza en la Modalidad Mixta. (Boletines UAM, 2021: s.p.). Por otra parte, el 14 de octubre se nos conmina en la UAM a llenar la Encuesta “Vamos de regreso”, –que tanto trabajo costó para entrar y contestar–. (Comunicación personal, 14 de octubre de 2021). Y en ese mismo tenor del posible retorno, añado una pregunta más al cuestionario de inicio de curso que suelo dar a mis alumnos:
¿Cómo imaginas el retorno a la UAM?
Las respuestas me sorprendieron, pues en ellas reinaba esta misma sensación de confusión y extrañeza que también percibo entre colegas. Hubo desde quien solo utilizó un adjetivo: –caótico ̶ para describirlo; y la gran mayoría echaba mano de este discurso del metro y medio de distancia, solo quince alumnos por salón, y entonces venía la pregunta: ¿pero, y la ventilación? ¿Y todos los demás compañeros? ¿Y el transporte? ¿Y los tiempos para desinfectar entre clase y clase? Y hubo también los cuestionamientos de quienes viven fuera, por decir en Puebla, en Oaxaca, en Guerrero, y se preguntaban si valdría la pena regresar para rentar un hospedaje y asistir a algunas clases presenciales; y también están los otros que señalaban que gracias a este tipo de modalidad pudieron hacer lo inimaginable: llevar más materias; pues algunos, aunque viven aquí, debido a las distancias invierten un aproximado de cuatro a cinco horas de ida y vuelta, y la tolerancia de muchos profesores a sus retardos había sido nula durante años.
Y desde otro punto geográfico, allende la frontera con nuestros vecinos del norte, la experiencia del retorno a la Universidad ya había tenido lugar, y de hecho iban a mitad de su periodo escolar. Me sorprendió leer la editorial de la Children’s Literature Association de ese octubre en que la doctora Libby Grunner, Presidenta de esta Asociación, descubría cómo tras el júbilo por el retorno a las clases presenciales (y me pregunto cuál habrá sido el imaginario particular y colectivo que tuvieron), descubría en sí misma, en sus colegas y alumnos, un cansancio mucho más grande que aquél experimentado por la pandemia durante el 2020, además de los brotes virales en la Universidad de lo que se conoce como enfermedad de boca, mano y pie – la traducción al español es mía– (comunicación personal, 20 de octubre de 2021):
This year, October is feeling even more exhausting than usual. Last year, adrenaline kept me going through the difficulties of the pandemic year. I was learning so much! This year, though the “return” has been mitigated by repeated surges of disease (and, on my campus, an outbreak of hand-foot-mouth disease, just to keep things interesting); by the recognition that all that we learned last year isn’t nearly enough to see us through the necessary changes to our practices; and by the ongoing effects of cumulative trauma, mostly unacknowledge.
Este año, octubre se experimenta con más cansancio que de costumbre. El año pasado, la adrenalina hizo que sorteara las dificultades del año de la pandemia. ¡Era tanto lo que estaba aprendiendo! Este año, sin embargo, el “retorno” se ha visto mitigado por repetidos brotes de enfermedades (y, en mi campus, por un brote de enfermedad de mano-pie y boca, solo para mantener las cosas interesantes); con el reconocimiento de que todo cuanto aprendimos el año pasado no es ni remotamente suficiente para vernos a través de los cambios necesarios en nuestras prácticas y efectos en curso del trauma acumulado --en su mayoría desapercibido--.
Y mientras todo esto sucedía y el semáforo se activaba a color verde en este lado del planeta, justo antes del “Buen fin” (con siete días de duración: del miércoles 10 al martes 16 de noviembre de 2021), además del par de puentes –en el mismo mes–, que algunos aprovecharon para vacacionar, se hablaba de nuevas restricciones y cierres en Europa, y de una lejana cuarta ola surgida en Sudáfrica denominada Ómicron, y que el 29 de octubre anunció Canadá que tenía sus primeros tres casos con dicha variante; y el 1º de diciembre, en el estado de California en los Estados Unidos, ubicaron a su primer infectado. Mientras que el 3 de diciembre, al amanecer del encuentro CREATICE, en México se anunció el arribo de la variante a territorio nacional.
Entonces surge la pregunta: si estamos en un umbral, en una transición que temporalmente se llama “nueva normalidad” por el estado de urgencia, pero que después ya será lo normal, ¿qué es lo que permanece tras la COVID-19 y las clases en línea? Nosotros, nuestros aprendizajes y la parte más humana que podamos tener. Al final, con más o menos tecnología de acuerdo a las preferencias, capacitación y posibilidades de los usuarios, en realidad lo que perdura en el acompañamiento del viaje por la vida, sea al otro lado de la pantalla o a un metro de distancia, queda lo que algunos entienden como valores: la empatía, la misericordia, la compasión, la gratitud, la solidaridad, la perseverancia, la ternura, los buenos modos, el buen ánimo y el sentido del humor, además de la transmisión del conocimiento de las áreas que cada uno imparte, sea una materia o un idioma, y queda también nuestra resiliencia, esa fortaleza del ser humano que nos permite enfrentar situaciones adversas que resignificamos y de la que el neuropsiquiatra Boris Cyrulnik nos dice que es : “(…) esa capacidad de aguantar el golpe y retomar un desarrollo en circunstancias adversas”. (Cyrulnik, 2001/2013: p.12).
Debemos recordar que muchos de nuestros alumnos enfermaron junto con sus padres y que cuidaron de ellos al tomarles la temperatura, los niveles de oxigenación, comprar los medicamentos, realizar las tareas domésticas, preparar y servir comidas. Varios de ellos florecieron en medio de un agreste escenario, aprendieron y sacaron una nota decorosa, aunque no la máxima; pero hubo también quien pese a sus esfuerzos aun no estaba listo en conocimiento. A todos estos alumnos es importante decirles que el tiempo que invirtieron en cuidar a sus seres queridos fue la mejor inversión que pudieron hacer porque estamos hablando de la vida humana, y que aunque ahorita aún no posean el conocimiento de la lengua y tengan que repetir el curso, cuentan con cualidades o valores que les acompañarán siempre y que son más importantes; y que aunque tengan una NA por el momento, o una S, o una B, estamos orgullosos de ellos; que se trata de aprender, porque las buenas bases aguantan edificios grandes, porque regalar una calificación sería como dar un caramelo envenenado. Hacerlos conscientes de su resiliencia, que es esa capacidad, no tan solo de resistir o sobrevivir, sino la cualidad de abonar a la vida en su entorno; como el árbol que no obstante recibir el impacto de un rayo y perecer en parte, conserva aún su esencia y áreas que dan vida, fruto y sombra; que dan cobijo y albergan nidos.
De acuerdo a los estudiosos polacos Bernadetta Janusz y Maciej Walkiewicz, en su propuesta de “la matriz de los procesos de transgresión en el curso de la vida” en 2018, las teorías de los ritos de pasaje y la liminalidad siguen vigentes. Señalan tres etapas: la primera, la preservación de la secuencia del curso de la vida; la segunda “la liminalidad” que es el caos, la deconstrucción, la integración y la transformación; y la última la “performatividad” en que por medio del rito se conecta el pasado, el presente y el futuro, y hay por fin una integración en el ser.
Así que en este tiempo de pandemia hubo una suspensión y un conflicto entre aquello que conocíamos y deseábamos y lo que acontecía y afrontábamos. Estamos en la liminalidad, esa frontera, esa especie de limbo o como la he denominado en este artículo: el umbral, como cuando se tiene cáncer y no se sabe si se va o se viene; cuando la inseguridad es parte de la cotidianidad. Y deseo retomar el hecho de que en aquel trimestre 20-I (invierno), que transcurrió del 11 de mayo al 17 de julio de 2020, incluyendo clases sabatinas –como un esfuerzo extraordinario que hicimos profesores y alumnos para salir adelante–, un estudiante respondió así a la primera pregunta que les formulé en el cuestionario:
¿Cómo me sentía al inicio de este trimestre cuando me enteré de que la cuarentena seguiría y que las clases serían a distancia, en especial las de inglés?
Por la extensión de la cuarentena sentía miedo debido a la incertidumbre que representaba y por todos los acontecimientos que sucedían a nivel mundial. Cuando supe que las clases seguirían tuve dos pensamientos: por un lado, que tras todos los horrores de la pandemia lo que menos importaba eran las clases; y por otro, que continuar con ellas ayudaría a no quedar estancados y seguir un camino optimista. La clase de inglés fue una forma de contra llevar la cuarentena, que nos orientó a distraernos y a aprender durante una fuerte crisis.
Sugiero no olvidar la experiencia que hemos vivido de manera individual y colectiva, porque al final, uno de los grandes gozos para nosotros como maestros, es cuando un alumno responde a la pregunta: “¿Cómo me siento y qué reconozco en mí que no sabía?” y cito unas cuantas respuestas: “Me siento muy satisfecho; estoy feliz y sé que soy capaz de lograr cualquier cosa que me proponga, aún con todas las dificultades que ello pueda implicar. Comienzo a poner gran atención a los pequeños detalles y a reconocer mi esfuerzo”.
O bien: “Me siento muy feliz de todo lo aprendido y el refuerzo de algunos temas que se me dificultaron. Ahora reconozco que siempre tengo que enfrentar mis miedos, como el examen oral. En este mundo todos venimos a aprender de todos, y entre todos nos podemos ayudar sin temor al qué dirán”.
O esta otra: “Me siento más completo, muy feliz de haber aprendido mucho en este tiempo y mucho más de inglés; que me faltan muchas cosas por aprender, pero quiero aprenderlas; que soy más fuerte de lo que creía, y que las cosas vendrán a mejor siempre”.
Y testimonios así nos inspiran en el umbral de la normalidad, recordándonos lo que permanece tras la COVID-19 y las clases en línea.
Referencias
Boletines UAM, Dirección de comunicación Social. (17 de abril de 2020a) “La UAM aplicará un proyecto emergente de enseñanza remota durante la pandemia” (Aprobado en la sesión 474 (urgente) del Colegio Académico, efectuada de manera virtual., número 236. Cd. de México. Desde https://www.comunicacionsocial.uam.mx/boletinesuam/236-20.html Consultado el 09 de julio de 2022.
Boletines UAM, Dirección de comunicación Social. (10 de julio de 2020b) “Colegio Académico de la UAM aprobó el proyecto de enseñanza remota para el trimestre 20-P” Dirección de Comunicación Social número 371a Cd. de México. Desde https://www.comunicacionsocial.uam.mx/boletinesuam/236-20.html Consultado el 25 de julio de 2022.
Boletines UAM, Dirección de comunicación Social. (20 de octubre de 2021) “Aprueba la UAM el Programa de Transición de Enseñanza en la Modalidad Mixta” Dirección de Comunicación Social número 513 Cd. de México. Desde http://www.uam.mx/ss/s2/comunicacionsocial/boletinesuam/513-21.html Consultado el 25 de julio de 2022.
Cyrulnik, Boris. (2001/2013). Los patitos feos. La resiliencia. Una infancia infeliz no determina la vida. Barcelona, España: DEBOLSILLO clave. Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.U. (El trabajo original se publicó en 2001. El consultado es la versión digital por Newcomlab, S.L.).
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* Alejandra Sánchez Valencia: Profesora-investigadora titular C, tiempo completo en Lenguas Extranjeras en la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco. Licenciada en Enseñanza de Inglés, maestra en Estudios México-Estados Unidos, y maestra en Letras Modernas (en Lengua Inglesa), diplomada en literatura infantil y juvenil, realizó una estancia académica en la Universidad de Oslo, Noruega sobre cuentos folclóricos. Pertenece al Grupo de Investigación de Lingüística Aplicada (GILA) de la UAM-A, así como al Grupo Fronteras de Tinta de la FES Acatlán y a la ChLA (Children’s Literature Association). Ha sido ponente en congresos dentro y fuera del país. Cuenta con publicaciones nacionales e internacionales de artículos de investigación y obra propia.