Estudios interculturales
En torno a Familia e identidad nacional en la novelística juvenil temprana de Louisa May Alcott
Alejandra Sánchez Valencia *
UAM - Azcapotzalco
Resumen Para los ciudadanos del siglo XXI, Familia e identidad nacional en la novelística juvenil temprana de Louisa May Alcott es una travesía que permite conocer que la más afortunada metáfora de una nación para crear identidad es: la familia. Nos asomaremos por una puerta al siglo XIX donde el lector entenderá cómo a través de unas cuantas figuras retóricas, en la saga literaria de Mujercitas (1868), la primera parte de cuatro novelas (1886), la autora logra crear un fuerte sentido de identidad nacional adelantándose al concepto del Melting Pot, ese crisol donde al final todos deben considerarse como ciudadanos estadounidenses. La presentación del libroes una invitación a que los lectores de hoy se atrevan a cruzar al otro lado del espejo que nos refleja y transiten en las últimas décadas del XIX por ese conjunto de novelas que inspiró a una nación en un momento clave de su historia, y que a través del tiempo ha perdurado como un interesante entramado de intertextualidades, incluso con repercusiones políticas y sociales para nuestro vecino país del norte que duran hasta nuestros días. (Sánchez, 2017: contraportada). |
Summary For the twenty-first century citizens, Familia e identidad nacional en la novelística juvenil temprana de Louisa May Alcott (Family and National Identity in the Early Youth Novels of Louisa May Alcott) is a journey that allows us to know that the most extraordinary metaphor to create identity in a nation is the family. We will peek through the door to the nineteenth century so the reader can understand how, by using a few rhetorical figures in the Little Women saga (1868) ─the first of four novels up to 1886─, the author can create a strong sense of national identity getting ahead to the Melting Pot concept, where eventually all citizens will be Americans. To present this book is an invitation to current readers in order to dare to cross a mirror that reflects us and move on to the last decades of the nineteenth century, when the March saga inspired a nation in a key moment of its history. Through time it has survived like an interesting connection of intertextualities with political and social impact in U.S. that lasts even nowadays. (Sánchez, 2017: back cover). |
Palabras clave crisol, identidad nacional, saga familia March, comunidades imaginadas, Louisa May Alcott, literatura infantil y juvenil, Mujercitas, Hombrecitos, Los muchachos de Jo. |
Keywords melting pot, national identity, March family saga, imagined communities, Louisa May Alcott, Children’s Literature, Young Adult Literature, Little Women, Little Men, Jo’s Boys. |
Tía Nina estaba próxima a emigrar a los Estados Unidos de Norteamérica cuando yo nací, y antes de marchar dejó a mamá ─su hermana menor─, una serie de libros para que leyera su sobrina al crecer. Esa sobrina fui yo, y en los primeros años en que pude tener uso de razón amaba escuchar esa anécdota del pequeño legado de novelas de literatura infantil y juvenil que me aguardaba.
Mis incursiones al mundo de las letras iniciaron más bien con textos cortos: poesía, cuentos folclóricos, mitos y leyendas. Primero fue todo lo que me leyeron los adultos amorosos de mi entorno: mamá, papá, y Chichí (en maya abuelita materna); pero después, yo misma, con la ayuda de mi tío Manolo, empecé a degustar de la palabra impresa. Mi primera novela, entonces, como niña lectora independiente fue Mujercitas. Su lectura avivó en mí el interés por lo otro: la nieve, el clima, las costumbres, los extranjeros y sus idiomas. Me preguntaba qué movía a una persona a emigrar y formar su vida entera en otra nación, adoptarla y correr el riesgo de sentirse aceptado o no por los de la comunidad receptora.
En el pequeño legado de la tía estaba Hombrecitos, pero yo quería saber lo ocurrido entre la primera y la tercera parte de la saga March, así que junté mis domingos y la compré. Sabía que la historia entera culminaba con una cuarta novela Jo’s Boys (Los muchachos de Jo) que sólo ya adulta conseguí en inglés. Para entonces ya tenía dos formaciones: Estudios México-Estados Unidos y Letras Modernas en Lengua Inglesa.
Al dar lectura a esa cuarta novela me di cuenta de que había que releer la saga entera. Mis ojos veían datos y estructuras que por supuesto, como niña, no había percibido. La travesía era doblemente interesante, así nació Familia e identidad nacional en la novelística juvenil temprana de Louisa May Alcott, que hoy comparto con ustedes.
En primer lugar el lector podrá conocer o reconocer a una autora que no obstante sonar bastante familiar, salvo por algunos lectores fieles en México, se le desconoce aún en los círculos académicos. Explico el motivo: Mujercitas fue la novela que catapultó a Louisa May Alcott como autora de literatura infantil y juvenil (LIJ); la segunda parte de la saga, Good Wives, fue sometida a una edición junto con la primera, para así lanzar un ejemplar único desprovisto ya de capítulos enteros y secciones que al final dejaban como anécdota la historia de cuatro hermanas y sus relaciones amorosas. Fue por ello que en el imaginario nacional mexicano, y no sólo en el estadounidense, se perdió de vista la importancia de la subversiva escritora, que en un momento histórico decisivo apuntaló un proyecto de reinvención, uno de identidad nacional desde el nicho de la LIJ ─pues recién había tenido lugar la Guerra de Secesión tres años atrás, y para la celebración de su aniversario como nación no faltaba mucho─.
A diferencia de la costumbre en el mundo de la academia estadounidense de hablar de una trilogía, justo por la edición de las dos primeras novelas en una; he preferido seguir el orden cronológico de éstas y referirme a ellas como la tetralogía de la saga de la familia March y de manera individual a: Little Women, Good Wives, Little Men y Jo’s Boys.
Mi objetivo al analizarlas es demostrar que la autora, desde el hito en que fue arrinconada, afianzó la idea de identidad nacional en los Estados Unidos por medio de una analogía con la crisis de identidad individual de los personajes adolescentes, y ello desde una metáfora suprema: la familia.
Antes de abordar propiamente el contenido de Familia e identidad nacional en la novelística juvenil temprana de Louisa May Alcott, quisiera dar una breve introducción que ponga en contexto tanto a aquellos lectores que desconocen a la autora como a aquellos otros que han oído el nombre de la famosa novela o alguna de sus secuelas pero que en realidad ignoran la trama.
Hija del filósofo Amos Bronson Alcott y Abigail May, tuvo tres hermanas: Anna, Elizabeth y May. Bronson, junto con Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau así como otros pensadores de la época conformaron el grupo de los trascendentalistas. Así, desde niña, Louisa se nutrió de una prodigiosa atmósfera intelectual. Eruditos de la talla de las hermanas Peabody, Margaret Fuller, Nathaniel Hawthorne, William Ellery Channing y Lydia Maria Child ─entre otros─ conformaban un universo intelectual de filósofos, escritores y pedagogas con una postura política muy particular en una época de grandes cambios sociales, económicos y de incertidumbre. Los hijos de algunas de estas amistades fueron los grandes amigos de juegos de las hermanas Alcott durante la segunda estancia que hicieron en Concord, Massachusetts; este singular equipo de amigos cultos y bondadosos estaban obligados activamente con los asuntos más importantes de su época: eliminar la esclavitud, el sufragio femenino, e impulsar la “ley seca”.
Comprometida con su época, la autora ejerció los más variados oficios para apoyar la economía familiar. Así, lo mismo fue sirvienta, que costurera o institutriz al tiempo que se las ingeniaba para escribir ya que su deseo era ser una reconocida autora. Cabe señalar que su gusto por la escritura abarcaba varios géneros, pero su preferido era el gótico. Le fascinaba lo “escandaloso”, pues de ese modo se refería a las obras de Hawthorne y Goethe, con su Fausto. Así que el hecho de que en 1867 el editor Thomas Niles le pidiese escribir una novela para señoritas y ella, dudosa, lo hablara en familia, pospusiera el proyecto y cumpliera con la petición en 1868, explica lo registrado en su diario:
May. 1868. – Father saw Mr. Niles about a fairy book. Mr. N. wants a girls’ story, and I begin “Little Women.” Marmee, Anna, and May all approve my plan. So I plod away, though I don’t enjoy this sort of thing. Never liked girls or knew many, except my sisters, but our queer plays and experiences may prove interesting, though I doubt it. (Myerson, 1997:159).
Louisa May Alcott luchó por la igualdad racial y durante la Guerra de Secesión se desempeñó como enfermera voluntaria. También combatió por el sufragio femenino y fue una de las primeras en ejercerlo. Dentro de la literatura, debido a la fama desmedida que obtuvo con Little Women, se le encasilló como escritora de literatura infantil y juvenil, se le creó una representación de “la amiga de todos los niños” y la biografía oficial que de ella circuló durante un siglo entero, dio una imagen sesgada de la autora, a quien sólo de manera reciente se ha podido redimensionar y se presenta en Familia e identidad nacional… Escribió en el anonimato y fue publicada, y ahí trató temas de mujeres golpeadas, problemas de parejas, consumo de hachís y de opio, temáticas que nadie habría sospechado que abordara debido al halo que se asociaba a ella con la creación de su semblanza y desde el corpus literario al que se le relacionó.
Por su mente pasó la idea del suicidio cuando estuvo desempleada y viviendo en Boston; pero sólo su fe en Dios la sacó adelante. Los problemas por su tratamiento con mercurio al haber contraído tuberculosis en su época de enfermera voluntaria menguaron su salud hasta el final de sus días; hoy se conjetura que padeció lupus.
Mujercitas inicia con cuatro hermanas que aguardan a que su madre llegue del trabajo, mientras reflexionan, en medio del clima invernal, el tipo de Navidad que se les avecina cuando están en plena guerra y su padre, como muchos hombres ─fueran familiares o amistades ─, se hallaban en el campo de batalla. Debemos tomar en cuenta que aunque no se dice de qué guerra se trata, para los lectores debió haber sido más que obvio ya que habían transcurrido tan solo tres años de la Guerra de Secesión y se hallaban a escasos ocho de la Celebración del Centenario de los Estados Unidos.
Un año han de aguardar madre e hijas para reunirse como familia con el señor March, y durante esa espera resuelven dar una simbólica batalla a lo que cada una considera sus faltas, emulando así el hipotexto The Pilgrim’s Progress. Son muchas las aventuras y dilemas de las jóvenes. Se fragua una entrañable amistad con el viejo vecino Lawrence y su joven nieto Laurie.
Debido al éxito de Mujercitas, se le pidió a la autora una secuela, así nacieron Más cosas de mujercitas (1869) y Hombrecitos, (1871). Sólo dieciocho años después, en 1886, saldría a la luz la última y cuarta parte de la saga March, Jo’s Boys. Fueron una serie de acontecimientos a nivel familiar así como la recomendación del editor Thomas Niles a la autora, para convencerla de quedarse en ese nicho laboral que bien le sentaba a ella como proveedora de los Alcott.
Familia e identidad nacional en la novelística juvenil temprana de Louisa May Alcott está dividida en tres capítulos. En el primero presento un marco histórico-contextual, y para ello utilizo las ideas de tres teóricos: Erik Erikson, Benedict Anderson y Anthony D. Smith. Partiré, en principio, por el análisis del término “crisis de identidad” (considerada como la quinta etapa de vida por la que atraviesa todo individuo, normalmente en la adolescencia) acuñado por Erikson, quien vincula tanto lo individual como lo colectivo:
[…] we cannot separate personal growth and communal change, nor can we separate […] the identity crisis in individual life and contemporary crises in historical development because the two help to define each other and are truly relative to each other. In fact, the whole interplay between the psychological and the social, the developmental and the historical, for which identity formation is of prototypal significance, could be conceptualized only as a kind of psychosocial relativity. (Erikson, 1980:23)
El académico lo equipara a una guerra interior. De esta manera comprenderemos entonces por qué el hilo conductor del primer libro de la saga March es la crisis de identidad que viven las cuatro hermanas en tanto tres son adolescentes y la más pequeña está en vías de serlo. Los Estados Unidos también están en crisis, en guerra interna, e igualmente se perciben diferencias en los juicios, valores y creencias de los ciudadanos; la división muestra la enorme pugna que se da entre los del Norte y los del Sur. La contienda es nacional y como resultado hay una crisis de identidad que atraviesa en una analogía la adolescente nación.
Los Moral Tales fueron parte del alimento narrativo que de Reino Unido se exportaba a los Estados Unidos en su dieta lectora. Si tomamos en cuenta que una segunda base en el análisis aquí realizado es la importancia del uso de la palabra según el teórico Benedict Anderson, comprenderemos entonces la colaboración oportuna de Louisa May Alcott en la conformación de lo que el estudioso llama “comunidades imaginadas”. Ese imaginario es recreado y vivenciado desde la escritura y la lectura. Se está en comunión fraterna y también con la disposición de dar la propia vida por ese constructo que habita el imaginario: “It is imagined because the members of even the smallest nation will never know most of their fellow-members, meet them, or even hear of them, yet in the minds of each live the image of their communion”. (Anderson, 2003: 6).
Observaremos cómo la autora resulta subversiva al romper con los Moral Tales y dar nacimiento a lo que se conoció después como Family Story; y la descripción es nada más y nada menos que de una familia estadounidense, en donde los personajes se alejan del comportamiento angelical, difícil de imitar, y de consecuencias desastrosas y fatales para los personajes niños que eran castigados con la muerte en aquella literatura infantil y juvenil que les precedió. Se trataba de niños ejemplares que guiaban a los padres y no al revés; por eso Little Women resultó una bocanada de aire fresco, son los adultos quienes guían y dan testimonio de sus propias faltas; por ello también a nivel nacional fue aceptado por las diferentes denominaciones religiosas cuyos hijos asistían a las escuelas dominicales en un mundo cada vez más secular, donde existía angustia por el actuar de las nuevas generaciones a quienes había que entrenar en el triple código virtuoso de “love, labor, and hope” (Marsella, 1983: 37), es decir: trabajo, amor y esperanza, y que hicieran uso de su inteligencia como nación democrática en que contarían con su propia brújula interna de valores. Y a todo esto se suma, para gran regocijo de la nación, ver en aquella familia que su característico modo de hablar hiciera que fueran reconocidos como oriundos de ese país y no de su antigua madre patria. Baste recordar el revuelo que causó a nivel lingüístico, observar que los lectores pudieran espejearse con los personajes que exclamaban “I guess” y no “I suppose” o “I think so”. (Clark, 2004: 62).
La tercera base sobre la que se asienta este análisis y se plantea en el primer capítulo, compete a la metáfora de la “familia”. El estudioso Anthony D. Smith plantea que en la creación de una identidad nacional, es justamente esa la poderosa imagen que cohesiona: “[…] the primary function of national identity is to provide a strong ‘community of history and destiny’ to save people from personal oblivion and restore collective faith”. (Smith, 1991: 161). Por ello, cuando Louisa May Alcott presenta la saga de la familia March, crea un fuerte vínculo con el público lector que se espejea en una magnífica analogía entre los niveles micro de los personajes y el macro como familia-nación. Morir, pero también vivir tiene sentido; se desciende de héroes y esa idea se transmitirá a las futuras generaciones y se conservará por medio del idioma, los rituales, los símbolos, las historias…
Tenemos entonces los tres ejes rectores de este análisis: la crisis de identidad de Erik Erikson; la fuerza de la letra impresa, de la palabra para crear “comunidades imaginarias” de Benedict Anderson; y el empuje de la metáfora de la familia en la construcción de identidad nacional de la que nos habla Anthony D. Smith. Aunada a estas teorías se aporta una panorámica del tipo de literatura que nutría la lectura de la niñez y la juventud estadounidense y que venía de la otrora madre patria. No es de extrañar, entonces, que los lectores contemporáneos a la tetralogía March demostraran verdadero furor por la familia ahí recreada así como por su creadora.
Para concluir el primer capítulo se ofrece al lector la panorámica de gestación de cada una de las obras que conforman la saga March con lo que se pone de manifiesto que se trató de uno de esos paradójicos incidentes de vida en la carrera literaria de Louisa May Alcott. Con base en una economía de recursos literarios tales como: oposiciones binarias, acumulación, metonimia, sinécdoque, metáfora, alegoría y parábolas, analizo en los capítulos dos y tres cómo la escritora edifica una gama de constructos impresionante, con analogías que lo mismo se mueven a nivel individual que nacional y van de la crisis de identidad hasta la recreación de una familia que igual son los March que los Estados Unidos de Norteamérica; se gesta un “nosotros” que da sentido a la existencia, al devenir de la vida.
Se adelanta al concepto del crisol, del caldero donde todo se funde, en otras palabras del “melting pot”. Y ese “nosotros” fuerte es esperanzador para las olas migratorias que fueron en aumento. Existe la posibilidad de hermanarse por medio de la palabra y la emoción. Los “otros” son ante todo los de la antigua metrópoli, no quienes habitan la democrática nación (sin importar su origen). Empero, como se observa en Familia e identidad… se demuestra que existe una resquebrajadura en ese crisol puesto que la otredad se percibe al interior mismo, primero en Little Men y más tarde y en forma más específica con Jo’s Boys, donde los indios estadounidenses, pese a ser oriundos en el país, quedan ─digámoslo así─, en una grieta narrativa donde la misma autora se torna ambivalente y los presenta como los no asimilados, es decir “los otros”.
Acompañar a los March en su saga, nos permite vivenciar de primera mano la aportación estadounidense de la Family Story en el mundo de la literatura, y que hizo acto de presencia primero en los hogares y bibliotecas de Estados Unidos para de ahí arribar a otros países. Familia e identidad nacional…guía al lector por el entramado intertextual que va de hipotextos como La Biblia y el Pilgrim’s Progress de John Bunyan, hasta la gran influencia de los Moral tales y los Tracts, que abastecía el Reino Unido, y la subversion de la joven autora Louisa May Alcott para éstos.
En la tetralogía presentada nos asistirán las teorías de Erik Erikson, así como de Benedict Anderson y Anthony D. Smith que tocan una cuerda importantísima; algo que sobrepasa al individuo mismo y alienta a la colectividad: la fe. Por ello logra entenderse que desde la emoción tuviera sentido el triple código virtuoso al que nos hemos referido en la literatura infantil y juvenil del siglo XIX. Y tocante al entramado intertextual del que ya hablábamos, reverberan los ecos del discurso de identidad que con gran fuerza inicia la Constitución de los Estados Unidos: “We, the people” (Nosotros, el pueblo).
Empero, ¿quién era ese “nosotros”?, ¿quién era ese pueblo a menos de una década para celebrar su Independencia? Y Louisa May Alcottt se adelanta por completo a la idea fundacional de Israel Zangwill con The Melting Pot, la idea del crisol, del caldero en que todos se funden; y con contados recursos literarios, manejados en forma inteligente, y en los que se abundará en Familia e identidad nacional… logra, con fe en el futuro, apuntalar la idea de un nosotros fuerte, de una identidad nacional desde ˗ya lo decíamos˗, una metáfora entrañable y poderosa que es la familia, y manejar principios como la multiculturalidad, la asimilación y la otredad.
Por último, a manera de epílogo y en agradecimiento a los lectores, demuestro la importancia que ha tenido la tetralogía de la saga March, pero principalmente su inicio: Mujercitas, en la misma política estadounidense, los comentarios del presidente Theodore Roosevelt que dijo que a reserva de ser tachado de afeminado, él había leído Mujercitas, Hombrecitos y había llorado. ¿Y qué decir de los Clinton cuando finalizaba el siglo XX y conminaron a la nación al rescate de “la casa de las mujercitas” con el proyecto “Save Our American Treasures”. (Salvemos nuestros tesoros estadounidenses)? Proyecto de costo exorbitante al tratarse de una casa apolillada que ya desde el siglo XIX era vieja, pues era del siglo XVII y por eso la pudieron comprar los Alcott que tantos problemas financieros tuvieron ─fue ahí donde vivieron un par de décadas y se gestó la famosa novela─ ; pero la inversión bien valía la pena pues había mucha ansiedad por el cambio de siglo y había que recordar quién era ese “nosotros” en Estados Unidos. Y así podemos nombrar a George Bush Jr. y a su esposa Laura Bush, para hallar que Hillary Clinton en su discurso de campaña apelaba justamente a la metáfora de la familia.
Los invito a lo que será, sin duda, un sorprendente recorrido para los ciudadanos del siglo XXI.
Bibliografía
Alcott, Louisa May. (1978). (Publicado por vez primera en 1868 por Roberts Niles).Little Women. Good Wives. Little Men. Gran Bretaña: Octopus Books Limited.
_________. (1957). (Publicado por vez primera en 1886 por Roberts Niles). Jo’s Boys. (A Sequel to Little Men). Cleveland y Nueva York: The World Publishing Company.
Anderson, Benedict. (2003). Imagined Communities. Reflections on the Origin and Spread of Nationalism. Londres y Nueva York: Verso.
Bedell, Madelon. (1980). The Alcotts: Biography of a Family. Nueva York: Potter.
Clark, Beverly Lyon. (2004). Louisa May Alcott. The Contemporary Reviews. Reino Unido: Cambridge University Press.
Erikson, Erik. (1980). Identidad, juventud y crisis. España: Taurus.
Marsella, Joy A. (1983). The promise of destiny: children and women in the short stories of Louisa May Alcott. Westport, Conn.: Greenwood Press.
Myerson, Joel, et al. (eds). (1997). The Journals of Louisa May Alcott. Athens, Georgia: University of Georgia Press.
Sánchez Valencia, Alejandra. (2017). Familia e identidad nacional en la novelística juvenil temprana de Louisa May Alcott. México: Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco. CSyH.
Smith, Anthony D. (1991). National Identity (Ethnonationalism in Comparative Perspective). Reno y Las Vegas: University of Nevada Press.
* Alejandra Sánchez Valencia: Profesora-investigadora titular “C”, tiempo completo en Lenguas Extranjeras, en la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco. Maestra en Estudios México-Estados Unidos (UNAM, 1998, Mención honorífica), maestra en Letras Modernas en Lengua Inglesa (UNAM, 2015, Mención honorífica); Diplomada en literatura infantil: una puerta a la lectura (UNAM/IBBY, 2011). Realizó una estancia académica en la Universidad de Oslo, Noruega (2001). Ha sido ponente en congresos dentro y fuera del país. Cuenta con publicaciones nacionales e internacionales tanto de artículos de investigación como de obra propia.