8° Coloquio de Lenguas Extranjeras - Aspectos interculturales
El idioma inglés en México: una lectura desde tres integrantes ilustres del Ateneo de la Juventud
Ma. Elena Madrigal *
UAM-A
Resumen Episodio importante en el devenir del idioma inglés en México es el del Ateneo de la Juventud, agrupación conocida por sus aportaciones a la historia de las ideas y la vida intelectual del país y por la obra de sus exponentes más ilustres: Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Pedro Henríquez Ureña y Julio Torri. Uno de sus legados puntuales a la cultura nacional es el haber hecho de esta lengua un medio para el contacto con literaturas y expresiones culturales allende las expresiones locales (incluyendo el predominio del idioma francés como lengua extranjera dominante durante el porfiriato), la asunción de una vía entonces novedosa para nutrir la expresión artística y los parámetros críticos de cada uno de los participantes en el movimiento y el hacer de las fuentes originales condición de rigor intelectual. El estudio de este viso de la actividad ateneísta es también fundamental para comprender los procesos culturales y lingüísticos disímbolos de la situación actual del idioma inglés en el país. |
Palabras clave Ateneo de la Juventud, expresiones culturales, procesos culturales y lingüísticos. |
Introducción
¿Cómo se teje la historia? ¿Cómo es que cada quién la rehace hasta convertirla en “las historias”? Ésta, en particular, tiene protagonistas y sucesos que parecen más una noveleta de aventuras donde los dramas sociales y los avatares del destino de cada uno de sus personajes se entretejen para alumbrar la polémica presencia de un idioma no desde la educación sistemática, sino a partir de una alta esfera de la intelectualidad. Protagoniza esta reconstrucción una agrupación juvenil del México porfirista que durante cerca de una década batalló por deshacerse de todo indicio de la filosofía positivista imperante1 y actuar a favor de revertir el efecto de ciertas decisiones educativas contrarias al sentido humanista que la animaba. Por ejemplo, mediante el autodidactismo, los miembros del “Ateneo de la Juventud” buscaban compensar sus deficiencias en latín, lengua que había sido suprimida de la Escuela Nacional Preparatoria hacia finales del xix “por considerar que no había necesidad apremiante de aprenderlo y porque resultaba imposible obligar a los alumnos a volver el rostro al pasado” (Quintanilla 2002, n. 25, 628); y juntos compartían sus traducciones del francés o aprendían alemán. Los antecedentes de esta actitud del Ateneo —fundado un 28 ó 29 de octubre de 1909— datan de 1906, cuando el 7 de enero el dominicano Pedro Henríquez Ureña llega desde La Habana al puerto de Veracruz y se desempeña como pasante de abogado y periodista. Dos años más tarde se instala en la ciudad de México y en la Escuela Nacional de Jurisprudencia —única opción para lingüistas y literatos, según lo rememora Alfonso Reyes (2002, xii, 195)— y desde allí ejerce su atracción sobre los jóvenes talentos. En torno suyo, Alfonso Reyes, Julio Torri, Martín Luis Guzmán, José Vasconcelos, el arquitecto Jesús T. Acevedo, entre otros, se reúnen para emprender la empresa cultural más significativa de los albores del siglo xx.
Pedro contaba veintiocho años, pero su formación cultural y específicamente literaria era vastísima ya. Había realizado sus estudios de bachillerato en la Universidad de Columbia,2 en Nueva York, donde vivió de los 17 a los 20 años de edad. De esa época recuerda el erudito que hacia 1902: “había avanzado ya en el inglés y [comenzaba] a comprar y leer literatura: Shakespeare, los poetas, los novelistas modernos; Carlyle, Emerson, Ruskin. [Le habían servido] para el caso las ediciones baratas de grandes autores que abundan en los Estados Unidos” (Roggiano 1961, XXIII). Este hecho, aunado a su disciplina y amor por el estudio de las lenguas, lo hicieron conocedor vasto de la cultura en lengua inglesa, a la que dedicó notas tempranas como la del año 1903, cuando asistió al estreno de Cándida en Nueva York,3 obra que consideró “la más hermosa comedia de Shaw y una de las más hermosas comedias contemporáneas” (1980, 15). Otra muestra del interés del joven erudito por la materia inglesa es su ensayo de 1905 “Tres escritores ingleses”, dedicado a la obra de Wilde, Pinero y Shaw.
Si bien algunos integrantes de la generación inmediata anterior a la de los ateneístas difundían por medio de traducciones a Wilde y a Poe, por ejemplo, en la Revista Moderna,4 y los maestros Antonio Caso, Jesús Urueta, José María Vigil y Ezequiel A. Chávez cuestionaban desde sus cimientos a la imperante filosofía positivista, es con el impulso de Henríquez Ureña que el aprendizaje de las lenguas originales en que las obras literarias son escritas se convirtió en ideal y condición para la apreciación crítica. Como ejemplo de las tareas de lectura, comentario, traducción y difusión de los autores clásicos y del momento de la literatura inglesa y norteamericana a emprender, en 1908 él tradujo Estudios griegos de Walter Pater,5 pilar del movimiento esteticista, difusor de la filosofía kantiana, influencia incuestionable para Wilde. Vasconcelos, no sin cierta inquina, apunta que Henríquez Ureña propició “la moda de Walter Pater [cuyo] libro dedicado al platonismo durante mucho tiempo [los] condujo a través de los Diálogos” (1957, 541-546).6
En retrospectiva, Vasconcelos también reconoció la importancia que tuvo la lectura en otros idiomas en la conformación y particularidades del Ateneo:
La tarea que […] explica todo el efecto personal y social originado por el Ateneo consistió […] en reunirnos para leer y comentar. Pero el secreto de las reuniones aquellas fue que tuvimos tino para elegir las lecturas [y restaurar,] por reacción instintiva, la práctica de acudir a las fuentes […] Nosotros nos dedicamos a la sencillísima tarea de leer a Platón directamente en la traducción inglesa de Jewett [sic] o en la francesa de Victor Cousin. [Además,] no podían conformarnos los libros que no fuesen los clásicos […] en el sentido de las obras maestras del ingenio humano, independientemente de la época en que vio su aparición […] Añado más: conviene al principio leer a los clásicos en compañía […] en colaboración de grupos afines.7
El dominio de nuevos idiomas, en especial el inglés, abría puertas insospechadas a este círculo de selectos pensadores y creadores en el plano individual y en sus proyectos colectivos de mayor trascendencia. En primer lugar señalo la Sociedad de Conferencias, concebida en 1907 por Acevedo, y que en el Casino de Santa María presentó a Ricardo Gómez Robelo y su conferencia “Obra de Edgar Poe”. En segundo, la intervención de los ateneístas para la reforma académica de la Escuela de Altos Estudios de la Universidad Nacional (posteriormente UNAM), donde el catedrático de literatura inglesa fue Henríquez Ureña entre 1912 y 1913. Cabe aquí recordar el trágico episodio de la salida de Henríquez Ureña de la Escuela y del país para ir apuntando las adversidades políticas y económicas que enfrentaron los ateneístas.8 Indica Torri:
En una ocasión un Ministro del Gabinete obtuvo del Presidente de la República Victoriano Huerta el cese de su modesto empleo en la Secretaría de la Universidad y de sus cátedras. Antonio Caso, Alfonso Reyes y yo le llevamos la noticia a la antigua Escuela de Altos Estudios, donde a la sazón disertaba sobre alguna comedia shakespeariana. Lo llamamos aparte unos instantes, y le hicimos saber ex abrupto la injusticia de que se le hacía víctima. Quedó impertérrito. Hizo un vago gesto de “ya me lo esperaba” o de “todo sea por Dios” y prosiguió su clase, risueño y alentado. (2011, 216)
En tercer lugar, me detengo en la Universidad Popular Mexicana (ca. 1912 -1922), “escuela para ciudadanos”,9 nacida de la contradicción entre la dedicación al cultivo del arte de los ateneístas y sus intentos de educación de las masas, paradoja explicable por la creencia de que el ser humano estaba hecho para el refinamiento mediante el cultivo del talento natural y la de la necesidad de educar a los muchos que nacen sin dicho talento. La siguiente cita resulta sintomática:
El socio don Pedro González Blanco manifestó que […] [las] conferencias debían […] difundir la cultura en clases sociales más numerosas que aquellas a quienes habían interesado […] las labores públicas del Ateneo [mientras que] el socio don Pedro Henríquez Ureña manifestó que [la] labor no tenía para qué confundirse con la de conferencias destinadas a públicos cultos, la cual podía continuar paralelamente a aquélla.10
Empero la escisión entre una y otra idea en la práctica ya no era tan tajante puesto que un buen número de las conferencias de la Universidad Popular resultaban fuera del alcance del ciudadano común del momento no sólo por su tema, sino por el idioma. De la conciencia de esta novedosa y elitista herramienta intelectual da fe un comentario de Vasconcelos; dice el autor de Ulises criollo: “Recuerdo un curso de Psicología del célebre Baldwin, al cual asistíamos sólo diez personas porque las explicaciones en inglés no eran comprendidas del alumnado. Nosotros iniciábamos en el Ateneo la rehabilitación del pensamiento de la raza”.11
Conviene ahora una pausa para recordar que las charlas, las lecturas y la actividad intelectual de los ateneístas se desenvolvieron entre las pugnas por el poder de maderistas, huertistas, carrancistas, villistas y zapatistas. Bajo la metralla y los horrores de la Decena Trágica, los ateneístas que permanecieron en México sacaron adelante proyectos como las conferencias. Al respecto, Carlos Monsiváis pondera: “¿Cómo sobrevive un intelectual en los años de lucha armada? Alternando el estudio de la filosofía con trabajos ominosos y desgastantes, pidiendo libros prestados, aprendiendo idiomas, soñando con viajar y adquirir novedades editoriales” (1989, 26; el subrayado es mío).
La pasión por defender sus capitales culturales, entre ellos sus herramientas literarias y lingüísticas, pudo más que los vaivenes sociales y personales. Un año en particular es particularmente importante en este aspecto. En función del Ateneo, ahora ya “de México” (1912-ca. 1914), Antonio Castro Leal rememora: “Por el 1915 un grupo de nosotros se dio con fruición a las letras inglesas, que conocimos —lo he descubierto después— de un modo incompleto, pero con cierta intuición y amplitud de espíritu. Perdimos mucho tiempo en conversar sobre ese tema y sospecho que nuestra erudición aburría a las personas que no estaban al tanto del movimiento literario inglés” (1979, 18-20). En los Estados Unidos, Henríquez Ureña escribe su ensayo “Bernard Shaw” y recibe la misiva que desde México Torri le dirige con la información siguiente:
He hallado la intimidad de Carlos Díaz Dufoo, con quien tal vez he formado a coexistence in insociability, como dice nuestro Stevenson. Estudiamos ahora ensayistas ingleses (De Quincey, Lamb, Pater). Pensamos adquirir un conocimiento completo de ellos. Carlos estudia griego, y yo, con Mariano, Xavier Icaza y otros, tomo clase de inglés. Para diciembre lo hablaré correctamente, y en enero […] comenzamos todos con el alemán.12
También en ese año Torri data —caso único en toda su obra— su texto “De fusilamientos” (2011, 133-134), pieza influida por Shaw (1921, xviii), en particular por lo absurdo que se evidencia como tal únicamente hasta que es puesto por escrito para su reflexión y sorna. Junto con “La cocinera” (2011, 152-153), la pieza tiene un dejo de Thomas De Quincey, quien en la sección “Supplementary paper on murder considered as one of the fine arts” (1901) con la mayor ironía señala la necesidad de que el buen gusto sea la medida con la que se clasifique el asesinato (“A man must see that one murder is better or worse than another, in point of good taste”, 297) y la norma que rija la redacción de la “nota roja” (307). En un reductio ad absurdum llega a proponer el limpiar el asesinato en Irlanda de elementos que lo vician (308) y a asesinar “in a rapture of creative art (303). Lejos de ser un epígono de Shaw y De Quincey, el escrito torriano resulta original por hacer perder peso al fusilamiento al dar cabida sólo a las faltas a un protocolo que horroriza porque da prioridad a la apariencia, a la limpieza o a la elegancia en el vestir y no a la “esencia”. Por contraste con los escritos de Shaw y de De Quincey, el de Torri esplende por condensado, imaginativo, alusivo a lo mexicano sin perder su universalidad, enfocado en la anécdota y en el argumento sin dejar de ser un manifiesto elocuente contra la crueldad que el ser humano llega a ejercer sobre sus congéneres. En resumen, “De fusilamientos” atestigua el hallazgo de la literatura inglesa como vía entonces novedosa para nutrir la expresión artística y es sintomático de que la creciente importación de lecturas en inglés relegaba a la cultura francesa.13
Un poco más tarde, el 23 de agosto de 1916, Torri dirige otra misiva a Pedro, esta vez para solicitarle su opinión y comentarios14 sobre el autor de una de las frases con que concluye “El ensayo corto” (2011, 118-119), publicado en la página 3 de El Heraldo de México, el 2 de agosto de 1919:
Sírvete darme tu opinión, etcétera, sobre Kenneth Graham, un magnífico escritor que no está en Who’s who, de quien Pablo me prestó un libro, que se llama Dream days. Es lo más interesante que conozco sobre niños (Memorias de Goethe aparte). Tiene excelentes frases. Por ejemplo: “Of all the toys [in] the world for right-minded persons, the original elements rank easily the first”. De una persecución de gansos por niños, dice: “A fascinating pursuit this, and strictly illicit”. De cóleras paternales por ininteligencia de los niños, dice:
«Things were getting simply infernal. Bridges were made for narrow folk, for people with aims and vocations which compelled abandonment of many of life’s highest pleasures. Some people can never alow [sic] events to work themselves out quietly. Then we emerged once more into historic times, and went off to the road to look for something living and sentient to throw stones at. Nature, so often a cheerfull [sic] ally, sometimes sulks and refuses to play etc.» (1995, 246).
En el umbral de la segunda década del siglo, con la mayoría de los ateneístas dispersos y su círculo formalmente acabado, persiste el vínculo cultural y en él la lengua inglesa se ha naturalizado en tanto pilar de su producción y empresas. Reyes reseña la “Ortodoxia, de Chesterton” y “El hombre que fue jueves”, a más de traducirlo,15 y le dedica el estudio amplio “Chesterton y la historia inglesa” (Grata compañía,tomo XII, de sus Obras completas); eso, sin contar su presencia en el texto ya clásico de “La cena”, donde la huella detectivesca se deja ver en el encadenamiento de enigmas que el protagonista (y el lector junto con él) ha de resolver por pistas a lo largo del cuento (Madrigal 2007). Por su parte, Henríquez Ureña en “Chesterton”16 da cuenta del profundo conocimiento que posee sobre la obra del autor de The outline of sanity.
Asimismo, Torri parte de un comentario a The man who was Thursday para desarrollar la defensa “Un monumento a Oscar Wilde” (2011, 280-282); y la Candida de Shaw es motivo de su texto “La oposición del temperamento oratorio y artístico” (2011, 104), a más de prometer la traducción de Peter Pan (1902) del autor escocés J. M. Barrie (1860-1937) como obsequio al hijo de Reyes.17 A ellos se suma Vasconcelos, quien encarga a Torri la edición de los Clásicos Verdes, cuyo matiz elitista le valió críticas condenatorias al político oaxaqueño, pero que formaba parte de un sistema de reflexión sobre la lengua y la literatura. Como lo indicó Torri, “traducir a los escritores de nuestra predilección es un ejercicio muy útil; se perfecciona la técnica propia y a la vez se enriquece nuestra literatura con modelos y orientaciones que no siempre han de ser infecundos, aparte de que se trabaja por alcanzar una adaptación mejor de nuestra lengua al pensamiento moderno.”18
Mención especial merece el programa de la editorial Cvltvra, patrocinado por Agustín Loera y Chávez y bajo la dirección intelectual de Torri. Entre los autores en lengua inglesa destacan figuras del momento como Lord Dunsany, traído a México por Pedro Henríquez Ureña, y de quien se publicaron Los dioses de la montaña y La sentencia dorada, traducción y prólogo de Rafael Nieto, (t. X, núm. 5, 1° jul. 1919). El lenguaje sucinto, la ironía que raya en el humor negro, el alejamiento de intenciones didácticas o moralizantes son algunos de los valores estéticos que las literaturas en lengua inglesa se vuelcan en temas para los ateneístas. Tal es el caso de Dunsany (en “The whirlpool” o en “The hurricane”, historias de The sword of Welleran and other stories [ca. 1908]), donde el escritor vitupera acremente la civilización, sinónimo de fealdad y embrutecimiento de las facultades para percibir la belleza. O el de Shaw, quien en el tercer acto y en “The revolutionist’s handbook” de Man and superman, por ejemplo, cuestiona el progreso, el imperialismo británico y de paso la doble moral.
El transcurrir de los años no impidió el intercambio de opiniones, libros y crítica sobre el estado de la literatura en idioma inglés, cual lo indica el siguiente pasaje de una carta que Henríquez Ureña envió a Torri desde Minneapolis:
En Londres está —estuvo— de moda Potterism de Rose Macaulay. (Las novelas nuevas de éxito son de mujeres: e.g. May Sinclair, Dorothy Richardson). El plot, poco interesante: la sátira muy buena. Potterism es el cant, las frases convencionales, los editoriales, los sermones: es una palabra para designar lo que Bernard Shaw satiriza desde hace treinta años y, antes que él, Samuel Butler en su interesante The way of all flesh (¿la conoces? mucho mejor que Erewhon, cuyas cosas buenas podrían reducirse a treinta páginas; queda muy por abajo del incomparable Gulliver). Potterism es ya palabra usual. […] en general, ya me parece haber agotado los mejores rincones de los últimos cien años ingleses. Vuelvo cansado: escriben demasiado bien, hacen demasiada literatura, gastan pompa, cual más cual menos —Coleridge, Carlyle, Landor, Hazlitt, De Quincey, Pater, Stevenson, el insoportable Ruskin—. O escriben con los pies, como Dickens. Muy pocos saben escribir: Arnold —lástima que se equivoque en todo lo que dice—; Newman que siquiera se equivoca de modo interesante. Y con todos sus defectos, Inglaterra es una de las dos naciones donde se sabe escribir, aunque no tanto como en la otra, a la que hay que volver siempre.19
Reflexiones finales
El idioma no es una, sino varias historias que se traslapan; no sólo es cifras de hablantes ni búsqueda de metodologías eficientes, sino protagonistas de distinta proveniencia insertos en dimensiones ideológicas variopintas que transitan por un espectro que va de la penetración económica, la dependencia, el prejuicio y la imposición a los desniveles de la cultura y la sociedad. Estas historias reclaman la revisión de los archivos personales y la interdisciplinariedad, en este caso con la historia y la literatura. Llegados a este punto, el rescate de las memorias mexicanas alrededor del idioma más poderoso hoy por hoy se antoja un fenómeno de proporciones casi inconmensurables, asible parcialmente. Para eso, es necesario recuperar la noción de Epochen: “that is, of suspended moments, or suspensions of the historical continuum” (Lacoue-Labarthe 1988, 109).
El Ateneo de la Juventud constituye uno de tales hitos y que comporta un desplazamiento hacia nuevos paradigmas como el del inglés ante el francés porfirista, el de una nueva hegemonía vista desde los impelentes para la renovación cultural que incluso desde el plano económico, el de la dependencia tecnológica y del conocimiento estuvo permeado por la lectura. En efecto, y tal vez con mayor evidencia en Henríquez Ureña, las resistencias ideológicas ante el imperialismo eran parte del “prejuicio anti-yankee, que el Ariel de Rodó había reforzado en [él], gracias a su prestigio literario”.20 De manera más sutil y baudelairiana, Torri cuestiona la superficialidad, el mercantilismo y el expansionismo en sus textos “El héroe”, “Anywhere in the south”, “De una benéfica institución” o “Los unicornios” (2011, 141-142, 148, 109, 154).
Para entender a mayor cabalidad la complejidad del fenómeno del contacto entre las lenguas, la presencia de los ateneístas es indispensable. Alfonso Reyes recurre a una metáfora para expresar sus riquezas y dificultades:
Una lengua pura es un paradigma, una abstracción. No existe en parte alguna —y menos en el cosmopolitismo de nuestros días— como no existe un río nutrido por una sola fuente. Mil torrentes la surten, mil sustancias junta en su seno, al batirse con distintas tierras y recoger los más variados acarreos por todo su lecho. Pudo, en el origen, haber una fuente principal, aunque siempre auxiliada por otras secundarias conforme el río extiende y adelanta su curso se enriquece, evoluciona, cambia, pierde algo de su sustancia y acepta otros incrementos sin dejar de ser el mismo río (“Discurso por la lengua”, Reyes 2002, XI, 315-316).
La tensión dialéctica entre la preservación y la evolución que significó el idioma inglés para la historia intelectual ateneísta aún no está agotada. De esta novela de aventuras quedan postergadas otras líneas de investigación, como los estudios puntuales de la biografía de los ateneístas cuya infancia transcurrió en los Estados Unidos;21 los métodos de aprendizaje a los que recurrieron de manera autodidacta, predominantemente, y que aún se conservan en sus acervos bibliográficos; el capítulo del intercambio académico entre los catedráticos de universidades norteamericanas y la mexicana; o el estudio y la traducción de la obra literaria en lengua española en los Estados Unidos impulsada por Henríquez Ureña.
Entre estos pendientes queda el de sumar, a la invaluable contribución de Mariano Silva y Aceves a los estudios de los idiomas mexicanos, la revaloración ateneísta de las distintas expresiones lingüísticas y literarias, como la del corrido —materia de estudio de Martín Luis Guzmán22 o de Torri23, que tangencialmente dio pie a un anticipo lúdico del spanglish y el espanglés por parte de Genaro Estrada. Me refiero a la paráfrasis epistolar de ocho versos de “Macario Romero”, distintivos de este corrido por estar presentes en casi todas sus variantes: “Dijo Macario Romero, / oiga, mi General Plata: / concédame una licencia / para ir a ver a mi chata. // El General Plata dijo: / «Macario, ¿qué vas a hacer? / te van a quitar la vida / por una ingrata mujer.»24 Para cerrar este acercamiento, cito extensamente el ingenio de Estrada, muestra de que hasta en la diversión, conocimiento y lengua constituyeron un binomio inseparable para los personajes de un episodio emocionante y magnífico en la historia del idioma inglés en México:
¿Lee usted Poetry? ¿Vio usted el romance de Macario Romero y Chula la Mañana?:
Said Macario Romero to the Captain Villalplata:
Please give me permission to go to see mi chata.
Said the Captain Villalplata: Macario, what is this?
You will give your life away for a foolish woman’s kiss?
Suyo,
Yours,
Genaro25
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* Ma. Elena Madrigal: earned her MA in English at Texas Christian University and holds a PhD in Hispano American Literature from El Colegio de Mexico. Fulbright recipient of a scholarship for Mexican English teachers.
1 El filósofo Antonio Caso ubica temporalmente el proceso entre los años 1907 a 1917 (1927, 2). Martín Quirarte explica que entre las dificultades para reformar las convicciones positivistas tuvo su origen en la resistencia a abrir un resquicio por el que la iglesia católica intentase recuperar los terrenos perdidos por la secularización de la educación (1995, 73).
2 En compañía de su hermano Max, habitó la casa “de Mr. y Mrs. Henry E. Fournier, 329 West 113th. Street” (Roggiano 1961, XIII).
3 El dominicano recuerda: “en teatro vi […] a Arnold Daly, en Cándida de Bernard Shaw, cuya boga americana comenzó en esa representación” (Roggiano 1961, XXXIII).
4 El esfuerzo de los modernistas mexicanos no fue aislado, sino que tuvo sus homólogos latinoamericanos. Por ejemplo, José Martí difundió a Walt Whitman en 1887; el venezolano Juan Antonio Pérez Bonalde (1846-1892) tradujo The Raven y “el guatemalteco Domingo Estrada (c. 1858-1901) hizo, a su vez, una eufónica versión de The Bells” (Max Henríquez Ureña 1954, 30).
5 Noticia por Enrique Zuleta Álvarez, “Cronología”, en Pedro Henríquez Ureña 1998, 437. La traducción fue publicada dentro de “una serie de folletos con el sello de Revista Moderna de México” (Curiel 1998, 144). El original de la antología póstuma Greek studies: a series of essays llegó a manos de Pedro en un envío que le hizo su padre en el verano de 1907 (Quintanilla 2002, 629). Para un análisis de la labor de Henríquez Ureña con respecto a la literatura norteamericana, consúltese Grieco y Bavio “Estudios angloamericanos de un romanista”, en Pedro Henríquez Ureña 1998, 683-690.
6 Consúltese también “El movimiento intelectual contemporáneo de México” (ibid., 70-71), conferencia leída en la Universidad de San Marcos, Lima, el 26 de julio de 1910.
7 “El secreto del Ateneo”, en Todo, núm. 672, 25 de julio 1946, p. 11; reimpreso en Caso 2000, 497-499.
8 En abril de 1914 Pedro se marcha a Cuba y en 1916 regresa a los Estados Unidos a estudiar en la Universidad de Minnesota, donde obtiene el grado de maestría y de doctorado. Su carrera como docente e investigador es brillante: desde 1916, su nombre es frecuente en declaraciones, reseñas, notas y ensayos de las revistas académicas y diarios más importantes del momento. Se le considera precursor de la presencia de investigadores hispanoamericanos en la academia norteamericana y fue el primero en ocupar la cátedra de Poética “Charles Eliot Norton” durante el ciclo de conferencias de 1940-1941 en la Universidad de Harvard. Para un recuento detallado, véase Roggiano 1961, LVIII, LXXXI y LXXXII-LXXXIII en particular.
9 Así la define Reyes en su conferencia “La policía en las sociedades modernas”, sustentada en Platón y More “Sílabos de las conferencias dadas hasta el día 28 de enero de 1913”, reimpreso en Caso 2000, 387.
10 “Fundación de la Universidad Popular Mexicana e historia de sus trabajos hasta el día 31 de enero de 1913”, reimpresa en Caso 2000, 381.
11 Op. cit., p. 668. En contraste con la conferencia comentada por Vasconcelos, algunas conferencias, como la de Alfonso Pruneda “Los microbios y los medios con que el cuerpo humano se defiende de ellos” convocaron a seiscientas personas (“Fundación de la UPM e historia de sus trabajos hasta el día 31 de enero de 1913”, reimpreso Caso 2000, 383).
12 México, 15 de septiembre de 1915 (1995, 226).
13 El fenómeno se acrecienta al punto que Torri le dedica el artículo “Cultura francesa en México” que aparece en Excélsior el 13 de julio de 1919 (2011, 639). Pedro Henríquez Ureña también defiende la independencia de la tutela cultural francesa (1969, 62).
14 A decir de la lacónica respuesta de Pedro, el alguna vez mentor de los Ateneístas se percata de que su ex-alumno ha llegado a no necesitar más de su guía y se limita a comentar: “Kenneth Graham es un escritor muy estimado porque publica cada diez años” (Minneapolis, 27 de septiembre de 1916, en 1995, 252).
15“De la ortodoxia de Chesterton”, bajo petición de Rafael Calleja, a través de Juan Ramón Jiménez.
16La Nación, Buenos Aires, 26 de julio de 1936; reimpreso en 1980, 115-119.
17 Carta del 28 de diciembre de 1917 (1995, 105). Se desconoce si Torri no realizó la traducción o si ésta se perdió en alguna editorial o institución. Hay también noticias de que tradujo Lady Windermer’s fan (carta a Pedro Henríquez Ureña, 5 de mayo de 1911, ibid., 207); a Lamb (carta a Pedro Henríquez Ureña, 6 noviembre 1918, ibid., 273).
18“Jardines de Francia” (2011, 285-286). La traducción también era tema para tratamiento festivo, como lo apunta el comentario jocoso sobre el plagio de algunas traducciones para la editorial Cvltvra en la carta a Alfonso Reyes del 9 de junio de 1922 (Torri 1995, 157).
19 Carta de Pedro Henríquez Ureña a Julio Torri, Mpls., 17 de enero, 1921 (1995, 290-291).
20 Así lo expresó el dominicano al rememorar su llegada a Nueva York, pero indica que “al cabo de un año [fue] cuando [comenzó] a penetrar en la verdadera vida americana, y a estimarla en su valor” (Roggiano 1961, XII-XIII). Otra crisis de lealtad en su vida sucedió cuando la intervención norteamericana a su país y otra muestra más de su conciencia de la dependencia latinoamericana del poderío estadounidense son sus conferencias sobre cómo hacer negocios con “Suramérica”.
21 Uno de ellos, Nemesio García Naranjo, quien cursó la educación básica en Encinal, Texas; otro más, José Vasconcelos, materia del artículo de Alejandra Sánchez Valencia (2009, 65-76), quien establece los vasos comunicantes entre la formación bilingüe temprana del autor de Ulises criollo en los Estados Unidos y su pensar adulto sobre “lo nacional” mexicano.
22 Según apreciación de Pedro Henríquez Ureña (misiva a Alfonso Reyes, 12 de enero de 1916), Martín Luis Guzmán tenía las herramientas teórico-literarias para sostener un encadenamiento unitario de las tradiciones españolas y debía hacer “notar de paso que él fue el primero que recogió romances en México”. Para el dominicano, “el Macario Romero”(tema que trato líneas adelante) ejemplifica dicha tradición (1981, 217).
23 En el archivo de Julio Torri, en la Biblioteca Pública “José María Pino Suárez” de Villahermosa, Tabasco, se preserva una abundante colección de hojas sueltas y la transcripción de un buen número de ellas, con anotaciones explicativas que parecen indicar que Torri preparaba un estudio del género, que eran parte de comentarios a sus cátedras o bien que complementarían su colección de la serie de literatura popular de la Universidad Nacional, de la que aún se conserva el folleto que incluye “Macario Romero” en la colección de Torri, publicación datada por Herlinda Ramírez-Barradas hacia 1939 (2000, 192). En el mismo acervo consulté la versión de hoja suelta salida de la imprenta de Vanegas Arroyo (fechada en 1902 por Ramírez-Barradas, quien además consigna una segunda publicación en 1914, ibid., 190), las transcriptas por Rubén M. Campos (1929, 235-237) y Vicente T. Mendoza (1997, 436-440), así como la mecanografiada por Torri que consigna tomó de la imprenta de Eduardo Guerrero, (Archivo Julio Torri, co-34). No sobra señalar que el musicólogo y diplomático Rubén M. Campos (1876-1945) fue figura señera del modernismo y colega ateneísta de Torri.
24 Antonio Vanegas Arroyo “Verdaderos versos de Macario Romero”, hoja volante, Archivo de Julio Torri, sin clasificación. Ramírez-Barradas, quien estudia no sólo las distintas versiones del corrido en México y el sur de los Estados Unidos sino el sustento histórico del personaje, señala que “el corrido de Romero es, ante todo, la historia de un hombre que muere por amor” (2000, 192), por lo que afirmo que la paráfrasis de Estrada capta igualmente el núcleo del contenido del poema popular.
25 Carta de Genaro Estrada a Alfonso Reyes, 25 de agosto de 1920 (Reyes 1992, 52).